La voz es nuestra carta de presentación y el instrumento más potente de expresión y comunicación con los demás. Sin embargo, para un gran colectivo de personas es también su instrumento fundamental de trabajo (docentes, actores, cantantes, teleoperadores…).
Es por esto que dichos trabajadores tienen mayor riesgo de sufrir patologías vocales. De hecho, según estudios basados en datos del Observatorio de Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social de España la prevalencia de disfonía en docentes duplica a la de cualquier otra profesión y marca como factor de riesgo también el sexo femenino, ya que de los docentes afectados el 90% son mujeres aproximadamente.
Son muchos los profesionales que se quejan de molestias en la garganta, picores, carraspeos y cansancio en la voz, que va empeorando a medida que avanza la semana.
El gran problema es que aún no se tiene consciencia de que para desempeñar dichas profesiones sería necesario aprender a cuidar los órganos del habla para prevenir posibles daños. La realidad es que solo se acude al logopeda cuando se precisa reeducación, es decir, cuando ya hay un trastorno que afecta claramente al sujeto.
Normalmente, suelen ser diagnosticados de disfonía, que Le Huche (1994) lo define como un trastorno momentáneo o duradero de la función vocal, que suele traducirse en una alteración de uno o varios parámetros de la voz como el timbre, la intensidad y la altura tonal.
Habría que diferenciar la disfonía de la afonía, que sería la pérdida total de voz.
Las disfonías se pueden clasificar en tres grandes grupos (Rivas y Fiuza, 1993): Orgánicas (consecuencia de lesiones anatómicas en los órganos de la fonación), funcionales (consecuencia del mal uso o abuso vocal) y psicógenas (derivadas de problemas psicológicos).
Las más comunes asociadas al ejercicio de las profesiones mencionadas anteriormente son las funcionales. Le Huche indica que este tipo se caracterizan por una utilización defectuosa del órgano vocal a causa de la instalación progresiva del círculo vicioso del sobreesfuerzo vocal, que a su vez puede conducir a lesiones laríngeas que alteran la masa, la elasticidad o la tensión en los pliegues vocales.
Las conductas más corrientes de abuso vocal serían chillar, gritar, hablar excesivamente, uso frecuente del ataque glótico duro, excesivo aclaramiento de la garganta y demasiada tos. También cantar con una técnica inapropiada o hablar excesivamente cuando las cuerdas vocales
están debilitadas (por alergias, infecciones respiratorias, ciclo menstrual…)
Las conductas de mal uso vocal suelen ser hablar en situaciones con altos niveles de ruido, hablar con niveles elevados de tono o intensidad ya sea por tensión emocional o por hábito.
Por todo lo anteriormente mencionado, todas aquellas personas que tienen la obligación socio-profesional de hablar deberían recibir formación para prevenir futuros problemas de la voz aprendiendo las pautas de higiene vocal y una técnica vocal adecuada.
En el caso de estar instaurado ya un problema, sería imprescindible acudir a rehabilitación logopédica para corregir la mala función vocal. Además, se ha constatado que el tratamiento vocal puede hacer desaparecer la lesión inducida por los malos hábitos vocales. Es decir, que los nódulos pueden desaparecer sin necesidad de cirugía.